Es sabido, como dice Freud, que en broma se puede decir TODO, hasta la verdad. Los chistes permiten comunicar una verdad negada y que no nos es lícito reconocer como tal cuando es expuesta en serio y sin velos.
La pregunta es: Por qué se cuentan tantos chistes en relación al matrimonio?
Tal vez, hay alguna verdad no expuesta que precisa deslizarse de este modo?
Hay una anécdota graciosa y un tanto cínica que cita Freud en varias oportunidades y de la que Lacan hace un comentario en el seminario de la Lógica del Fantasma. La del marido que dice a su mujer:
«Cuando uno de nosotros muera, yo me iré a vivir a París.»
Entre las instituciones que el chiste cínico suele atacar, dice Freud, ninguna hay más importante ni más enérgicamente protegida por preceptos morales, pero tampoco ninguna invita más al ataque, que la del matrimonio, a la cual por lo demás se refieren la mayoría de los chistes cínicos.
Un matrimonio cumple 25 años de casados y la esposa le pregunta al marido:
- Mi amor que me vas a regalar para nuestras bodas de plata?
El tipo le responde:
- Un viaje a China.
La mujer sorprendida por la magnitud del regalo, le pregunta:
- Pero mi amor, si para los 25 años me regalas esto, que vas a hacer para cuando cumplamos los 50?
-Te voy a ir a buscar.
La sacralidad del matrimonio contraído, dice Freud, tolera mal que se le mencionen los procesos que llevaron a él.
Pero estos procesos no son acaso del orden de una libre elección individual?
Pero acaso, uno no entra libremente al matrimonio?, uno no elige libremente con quién se casa?
El tema de si uno entra libremente al matrimonio, o la libre elección del cónyuge, tiene un lugar en la historia, particularmente en la historia de Occidente, en la edad media.
Según lo que cuenta Georges Duby, en los siglo X, XI y XII, la sociedad se hallaba dominada por dos poderes, a veces concurrentes a veces complementarios, que respondían a distintos intereses y que aprisionaban, si podemos decir, al matrimonio entre el derecho y la religión.
De estos dos poderes se deducen dos modelos. Un modelo Laico y Un Modelo eclesiástico.
Es importante ubicar cuál es el imperativo que rige en el modelo laico.
Se trata de mantener de generación en generación el estado de una “casa”, quiere decir de un linaje. Esto incluye la definición de Patrimonio: El estado de una casa. Hay una vinculación entre Patrimonio y Matrimonio. Matrimonio: es el estado de la madre. La mujer es introducida en el pacto simbólico del matrimonio como objeto de intercambio entre los linajes, linajes fundamentalmente androcéntricos.
Entonces, el modelo laico se basa en la noción de herencia. Su papel consiste en asegurar a la descendencia una condición, “un rango” al menos igual al que disfrutaron los antepasados.
Como cosa seria que es, en tanto está en juego el patrimonio, el matrimonio es cosa de hombres. Todos los responsables del destino familiar, es decir los varones, quienes tienen aspiraciones sobre el patrimonio, consideran su derecho y su deber primordial, casar a los jóvenes y casarlos bien.
Esto implica ceder a las jóvenes, negociar lo mejor posible su poder de procreación y las ventajas que se supone deben transmitir a su progenitura.
Por otra parte ayudar a los varones jóvenes, principalmente al primogénito de la familia, a tomar mujer, a hacerlo en otra casa y a introducir a su esposa en la suya, en la que dejará de depender de los hombres de su familia es decir de su padre, sus hermanos o sus tíos, para someterse a su marido y donde cumplirá su principal función que es dar hijos al grupo de hombres que la recibe, que la vigila y que la domina.
Lo que precede en mucho tiempo a la consumación del matrimonio, es un acuerdo sumamente importante en aquella época feudal, toda una estrategia de cláusulas económicas que pretenden conjurar el riesgo de empobrecimiento que en una sociedad ruralizada corren los linajes cuando se vuelven prolíficos. Por lo cual, hay una propensión, conciente o no, a la endogamia, es decir a encontrar esposa entre la propia parentela, entre los herederos de un mismo patrimonio, cuya unión matrimonial tienda a unir los fragmentos dispersos más que a disociarlos aún más.
EL modelo religioso por su parte, tiene como labor incluir el matrimonio dentro de una empresa de dominación de las costumbres. De hecho es una época de profunda cristianización de la institución matrimonial. Se apoya en una premisa como esta:
Dado que, desgraciadamente los seres humanos no se reproducen como las abejas y que para ello deben copular y dado que entre las trampas que tiende el demonio, la peor de todas es el uso desmedido de los órganos sexuales, la iglesia admite el matrimonio como un mal menor, lo adopta y lo instituye a condición de que sirva para disciplinar la sexualidad, para luchar eficazmente contra la fornicación.
LA iglesia se esfuerza por rectificar las costumbres laicas en diversos aspectos. Cambia los límites de lo lícito y lo ilícito. Por un lado aumenta la parcela de libertad.
En realidad, el horror hacia lo carnal les incita a recalcar el compromiso de las almas, el Consensus , el intercambio espiritual.
Evidentemente, desde mediados del siglo XII la iglesia hizo admitir en la alta aristocracia, que el vínculo conyugal se establecerá mediante consentimiento mutuo, en todos los textos, se afirma este principio:
Aquella que un HOMBRE entrega en matrimonio a otro HOMBRE tiene algo que decir.
Hasta aquí, podría llegar la referencia que quería hacer respecto de la instalación de la idea del consentimiento mutuo en la historia del matrimonio.
Vuelvo, entonces, a las preguntas iniciales:
¿Es libre la elección en el matrimonio?
En el Seminario 4 Lacan dice que, la civilización actual, ha puesto en el centro de la institución matrimonial, en el lugar más destacado, la idea del consentimiento mutuo, al punto de considerar al matrimonio como fruto simbólico de este consentimiento. Nos creemos libres en nuestra elección conyugal, cualquiera puede casarse con cualquiera: Ilusión profunda aunque esté inscrita en las leyes. Esta ilusión ha hecho florecer, según sostiene Lacan, la confusión ideal, del amor y del conjugo, el amor y la ley.
La idea del amor que considera Lacan a esta altura de su enseñanza, es la idea freudiana del amor en tanto repetición. Más adelante Lacan complejiza su teoría del amor.
Para Freud, cuando amamos, no hacemos más que repetir, encontrar el objeto es siempre reencontrarlo. Todo objeto de amor, es sustitutivo de algún objeto fundamental, previo a la barrera del incesto.
Toda mujer que no está permitida está prohibida por la ley, dice Lacan. Cuando uno se casa elige entre las mujeres permitidas, las posibles. Por lo que Lacan deriva, que todo matrimonio lleva con él la castración.
Para el ser hablante, gracias a la intervención sancionadora de la castración, adquieren estabilidad en lo simbólico, los elementos imaginarios. Esto fija una constelación.
Ni siquiera la relación amorosa más ideal, la más motivada por las más profundas afinidades, deja de participar de esta estructura que deja abierta en lo más profundo de toda vida amorosa una problemática.
Toda elección sea cual sea, incluso instantánea de la elección individual en el interior de la ley, toda conjunción del amor y la ley, responde a esa constelación y por ende participa del incesto. No hay libre elección dentro de la ley. Quiero decir, puede haber elección, lo que no hay es Libre.
Al final del reportaje para la televisión belga en 1972, la periodista Françoise Wolff le pregunta a Lacan, qué puede decir finalmente el psicoanálisis acerca de la Libertad. Lacan, se ríe y responde:
-el término me hace reír,...Yo nunca hablé de Libertad.
La pregunta es: Por qué se cuentan tantos chistes en relación al matrimonio?
Tal vez, hay alguna verdad no expuesta que precisa deslizarse de este modo?
Hay una anécdota graciosa y un tanto cínica que cita Freud en varias oportunidades y de la que Lacan hace un comentario en el seminario de la Lógica del Fantasma. La del marido que dice a su mujer:
«Cuando uno de nosotros muera, yo me iré a vivir a París.»
Entre las instituciones que el chiste cínico suele atacar, dice Freud, ninguna hay más importante ni más enérgicamente protegida por preceptos morales, pero tampoco ninguna invita más al ataque, que la del matrimonio, a la cual por lo demás se refieren la mayoría de los chistes cínicos.
Un matrimonio cumple 25 años de casados y la esposa le pregunta al marido:
- Mi amor que me vas a regalar para nuestras bodas de plata?
El tipo le responde:
- Un viaje a China.
La mujer sorprendida por la magnitud del regalo, le pregunta:
- Pero mi amor, si para los 25 años me regalas esto, que vas a hacer para cuando cumplamos los 50?
-Te voy a ir a buscar.
La sacralidad del matrimonio contraído, dice Freud, tolera mal que se le mencionen los procesos que llevaron a él.
Pero estos procesos no son acaso del orden de una libre elección individual?
Pero acaso, uno no entra libremente al matrimonio?, uno no elige libremente con quién se casa?
El tema de si uno entra libremente al matrimonio, o la libre elección del cónyuge, tiene un lugar en la historia, particularmente en la historia de Occidente, en la edad media.
Según lo que cuenta Georges Duby, en los siglo X, XI y XII, la sociedad se hallaba dominada por dos poderes, a veces concurrentes a veces complementarios, que respondían a distintos intereses y que aprisionaban, si podemos decir, al matrimonio entre el derecho y la religión.
De estos dos poderes se deducen dos modelos. Un modelo Laico y Un Modelo eclesiástico.
Es importante ubicar cuál es el imperativo que rige en el modelo laico.
Se trata de mantener de generación en generación el estado de una “casa”, quiere decir de un linaje. Esto incluye la definición de Patrimonio: El estado de una casa. Hay una vinculación entre Patrimonio y Matrimonio. Matrimonio: es el estado de la madre. La mujer es introducida en el pacto simbólico del matrimonio como objeto de intercambio entre los linajes, linajes fundamentalmente androcéntricos.
Entonces, el modelo laico se basa en la noción de herencia. Su papel consiste en asegurar a la descendencia una condición, “un rango” al menos igual al que disfrutaron los antepasados.
Como cosa seria que es, en tanto está en juego el patrimonio, el matrimonio es cosa de hombres. Todos los responsables del destino familiar, es decir los varones, quienes tienen aspiraciones sobre el patrimonio, consideran su derecho y su deber primordial, casar a los jóvenes y casarlos bien.
Esto implica ceder a las jóvenes, negociar lo mejor posible su poder de procreación y las ventajas que se supone deben transmitir a su progenitura.
Por otra parte ayudar a los varones jóvenes, principalmente al primogénito de la familia, a tomar mujer, a hacerlo en otra casa y a introducir a su esposa en la suya, en la que dejará de depender de los hombres de su familia es decir de su padre, sus hermanos o sus tíos, para someterse a su marido y donde cumplirá su principal función que es dar hijos al grupo de hombres que la recibe, que la vigila y que la domina.
Lo que precede en mucho tiempo a la consumación del matrimonio, es un acuerdo sumamente importante en aquella época feudal, toda una estrategia de cláusulas económicas que pretenden conjurar el riesgo de empobrecimiento que en una sociedad ruralizada corren los linajes cuando se vuelven prolíficos. Por lo cual, hay una propensión, conciente o no, a la endogamia, es decir a encontrar esposa entre la propia parentela, entre los herederos de un mismo patrimonio, cuya unión matrimonial tienda a unir los fragmentos dispersos más que a disociarlos aún más.
EL modelo religioso por su parte, tiene como labor incluir el matrimonio dentro de una empresa de dominación de las costumbres. De hecho es una época de profunda cristianización de la institución matrimonial. Se apoya en una premisa como esta:
Dado que, desgraciadamente los seres humanos no se reproducen como las abejas y que para ello deben copular y dado que entre las trampas que tiende el demonio, la peor de todas es el uso desmedido de los órganos sexuales, la iglesia admite el matrimonio como un mal menor, lo adopta y lo instituye a condición de que sirva para disciplinar la sexualidad, para luchar eficazmente contra la fornicación.
LA iglesia se esfuerza por rectificar las costumbres laicas en diversos aspectos. Cambia los límites de lo lícito y lo ilícito. Por un lado aumenta la parcela de libertad.
En realidad, el horror hacia lo carnal les incita a recalcar el compromiso de las almas, el Consensus , el intercambio espiritual.
Evidentemente, desde mediados del siglo XII la iglesia hizo admitir en la alta aristocracia, que el vínculo conyugal se establecerá mediante consentimiento mutuo, en todos los textos, se afirma este principio:
Aquella que un HOMBRE entrega en matrimonio a otro HOMBRE tiene algo que decir.
Hasta aquí, podría llegar la referencia que quería hacer respecto de la instalación de la idea del consentimiento mutuo en la historia del matrimonio.
Vuelvo, entonces, a las preguntas iniciales:
¿Es libre la elección en el matrimonio?
En el Seminario 4 Lacan dice que, la civilización actual, ha puesto en el centro de la institución matrimonial, en el lugar más destacado, la idea del consentimiento mutuo, al punto de considerar al matrimonio como fruto simbólico de este consentimiento. Nos creemos libres en nuestra elección conyugal, cualquiera puede casarse con cualquiera: Ilusión profunda aunque esté inscrita en las leyes. Esta ilusión ha hecho florecer, según sostiene Lacan, la confusión ideal, del amor y del conjugo, el amor y la ley.
La idea del amor que considera Lacan a esta altura de su enseñanza, es la idea freudiana del amor en tanto repetición. Más adelante Lacan complejiza su teoría del amor.
Para Freud, cuando amamos, no hacemos más que repetir, encontrar el objeto es siempre reencontrarlo. Todo objeto de amor, es sustitutivo de algún objeto fundamental, previo a la barrera del incesto.
Toda mujer que no está permitida está prohibida por la ley, dice Lacan. Cuando uno se casa elige entre las mujeres permitidas, las posibles. Por lo que Lacan deriva, que todo matrimonio lleva con él la castración.
Para el ser hablante, gracias a la intervención sancionadora de la castración, adquieren estabilidad en lo simbólico, los elementos imaginarios. Esto fija una constelación.
Ni siquiera la relación amorosa más ideal, la más motivada por las más profundas afinidades, deja de participar de esta estructura que deja abierta en lo más profundo de toda vida amorosa una problemática.
Toda elección sea cual sea, incluso instantánea de la elección individual en el interior de la ley, toda conjunción del amor y la ley, responde a esa constelación y por ende participa del incesto. No hay libre elección dentro de la ley. Quiero decir, puede haber elección, lo que no hay es Libre.
Al final del reportaje para la televisión belga en 1972, la periodista Françoise Wolff le pregunta a Lacan, qué puede decir finalmente el psicoanálisis acerca de la Libertad. Lacan, se ríe y responde:
-el término me hace reír,...Yo nunca hablé de Libertad.
0 comentarios :
Publicar un comentario
Solo por hoy mira el presente.
No mires hacia atrás con ira, ni hacia adelante con miedo, sino alrededor con atención.