Nuestra sociedad viviría mejor,
con menos violencia, mayor alegría y entusiasmo, si fuéramos capaces de
disfrutar más la intimidad sexual, sin tapujos, temores, vergüenzas y culpas.
Es decir, con espontaneidad y a plenitud. Lo cual exige a los apasionados
cultivar, entre tantas otras condiciones, una inteligencia erótica.
Con base en el autor de la teoría
de las Inteligencias Múltiples, Howard Gardner, es posible defender esta
aspiración. Para él, inteligencia es la capacidad de resolver problemas o crear
productos novedosos. No es una única cualidad general del ser humano, es
polifacética. Desde esta perspectiva resulta inteligente no sólo el físico
matemático (Einstein), sino el poeta
(Eliot), el deportista (Messi), el músico (Stravinsky), el campesino, marinero
o indígena baquianos, el líder político carismático (Gandhi) y el que reconoce
en sí mismo sus estados de ánimo y los resuelve. Todos las poseemos como
potencial biológico que se desarrolla mediante lo psicológico y lo socio
cultural, las combinamos en mayores o menores proporciones, con énfasis aquí o
allá.
Así, la inteligencia erótica
puede entenderse como una aplicación de conocimiento emocional, personal e
interpersonal, puesta al servicio de resolver esas dificultades, inhibiciones e
imprevistos que en la cama dan al traste con un placentero encuentro. Es el creativo
desmonte de acciones y zonas prohibidas tras la elaboración del deleite mutuo
sobre el infinito relieve corpóreo. Es la capacidad de romper rutinas, al
innovar con frecuencia en la comunicación sensorial y su disfrute mediante la
re-creación de escenarios, momentos, caricias, posturas, roles, ritmos, gestos,
luces y juguetes naturales y artificiales (reales y virtuales), bebidas,
comidas, músicas, aromas…
Esta inteligencia requiere una
educación pensada en beneficio del goce sexual y la corporeidad que, como la
escuela actual no nos da, debemos edificar entre amantes. Se trata de una
formación teórico práctica que exige encarnar los principios básicos de la
ética del placer: el común acuerdo de los interesados para gozar y hacer gozar,
sin causarse daño. Gardner advierte que cada una de sus inteligencias está
respaldada en ciertas asociaciones con sustratos orgánicos cerebrales y en el
reconocimiento de una existencia real en las diferentes culturas del mundo,
mediante un sistema simbólico específico. Características que también posee la
inteligencia erótica.
En consecuencia, si queremos
vivir mejor tenemos que dedicar atención al desarrollo de nuestra inteligencia
erótica, no sólo al trabajo. Es preferible trabajar para vivir, que vivir para
trabajar. Hay que evitar caer en la monotonía y en considerar en último lugar
de apreciación la sensualidad. Resulta paradójico que prestemos mayor
dedicación al conocimiento, cuidado y resolución de problemas de artefactos
como el carro y el celular, y no al erotismo y los obstáculos que impiden el
placer.
Sabemos que tienen relaciones
humanas más gratas quienes disfrutan a plenitud de su sexualidad, que quienes
no lo hacen. De allí la importancia privada y pública de llamar a cultivar la
inteligencia erótica.
*Docente Usco-Crecer.